
Hace un año debía destinarse el 28% del salario mínimo diario de los hogares colombianos para comprar una pechuga; hoy es necesario gastar el 37%. El huevo le sigue los pasos.
En la década de 1960, el pollo y el huevo eran un lujo para la mayoría de los hogares. De ahí, probablemente, expresiones como “¿Quién pidió pollo?” o “Tal producto vale un huevo”, para hacer alusión a que es caro o costoso. En ese entonces, el huevo lo consumía el 30% de la población y el pollo solo llegaba a la mesa de las familias colombianas en ocasiones especiales.
En enero del 2022, el precio mayorista del kilo de pechuga de pollo costó en Bogotá $12.367, 43,5% más que un año atrás, cuando se pagaba por ella $8.617 (Boletines DANE-SIPSA, enero 2021 y enero 2022).
Este aumento en los precios ha afectado el consumo de una proteína animal básica para la seguridad alimentaria de la ciudadanía porque, mientras a enero del año pasado con un salario mínimo se podían comprar 105 kilogramos de pechuga de pollo, a enero del 2022 la capacidad cayó a 80,9 kilogramos. Hace un año debía destinarse el 28% del salario mínimo diario para comprar una pechuga; hoy es necesario gastar el 37%.